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miércoles, 16 de abril de 2008

Sintiendo el mundo desde una bicicleta

Cicloturistear permite la conexión entre la persona que descubre y el lugar por descubrir, tanto en su dimensión física como humana o social, sin trabas que entorpezcan la captación sensible del entorno.
En bicicleta no emites olores, de gasolinas o aceites. Ni menos aún vas con esos falsos pinitos aromatizadores que cuelgan en algunos espejos retrovisores. Por lo que te abres a la posibilidad de oler el entorno no afectado por tu de opción de transporte. Así sientes el dulzor de origen indeterminado en Casas Lolco, los papayales entre La Serena y Vicuña o la menta que frecuentemente crece en arroyos a orilla de camino.
En bicicleta casi no emites ruidos, por lo que escuchas una cascada que al no estar señalizada, de otro modo no sabrías de su existencia, o te es fácil detenerte al oír el repiqueteo de un carpintero. Por esto y también por seguridad, evita el uso de música con parlantes o audífonos.
En bicicleta nada interrumpe la observación del entorno, no hay techo, puerta o parabrisas que te limite lo que puedes conocer. Arcoiris, picos nevados, una rana de Darwin saltando por el camino y que en bici si alcanzas a eludirla, moras o cerezas colgando de un árbol, nada escapa de tu vista.
En bicicleta es más fácil detenerte y saborear el entorno, ciruelas, cerezas, moras, manzanas, murta, el fruto del copihue, no es extraño encontrarlas y saborearlas, o algún alimento ofrecido por un lugareño u otro viajero.
En bicicleta palpas en tu piel el ½ ambiente sin artificios. El frío no lo combates con aire calefaccionado ni cerrando ventanas, a lo más te vistes bien. Si el calor te atrapa no hay aire acondicionado que te salve. El viento, la lluvia, son elementos de la naturaleza que te envuelven y los sientes siendo uno con ellos, y no un mero espectador cómodamente sentado en una jaula de fierro como quien observa una tormenta por el ventanal desde el sillón de su living.
Y por si crees en el sentido kinestésico como una forma de captar el entorno, considera que no hay horquilla que te salve de sentir el suelo en tus articulaciones, o no hay relación volante-piñón que te salve de sentir el peso de tu carga en una cuesta a nivel de tendones.
En resumen, sin encierro, la experiencia sensible es más franca, leal y honesta. Sufres y gozas y entras por lo tanto, en un ciclo armónico con el medio natural al ser parte de él. Y todo esto, a una velocidad que favorece este proceso. Alguien dijo:
“Si de pronto ves que tus rodillas suben y bajan rítmicamente, al tiempo que el mundo pasa ante ti a un ritmo que tus sentidos alcanzan a captarlo, ojo, es que vas en bicicleta”
No serás el mismo después de Cicloturistear. No sé si mejor o peor, pero si sé que más real y en comunión con el todo natural y social. Inténtalo.

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